No había una transparencia perfecta.
Igual, recorría los contornos con esa inercia que le era propia.
A veces, se detenía para jugar en algún extremo que la invitaba a saltar, y sopesándose, decidía salvar el abismo dando una cabriola hasta aterrizar en el terreno próximo.
El camino realizado había quedado señalado por un halo húmedo.
Y seguía sigiloso en el descenso hasta la estrecha vía donde le sería muy difícil avanzar.
Ana tomó una toalla y secó la gota de sudor que había se deslizaba entre sus pechos.
3 comentarios:
solo pasaba por aqui para husmear....asi que visitada, leida y husmeada quedas.
un abrazo...(por cierto, me gusta...vuelvo...)
Hola Diana y tocaya!
Gracias por visitarme. Me di una vueltita para retribuirte el saludo y me encontre con un maravilloso blog!
Besos
Un texto abierto a dejarse llevar por la mente de cada uno... Sugerente y sutil...
Besos!
H.
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