Bienaventurados
Los que oponen las sonrisas
A las muecas de dolor.
Bienaventurados
Los de urgentes
Peleas contra el tiempo.
Bienaventurados aquéllos
Que entibian la mano
Y prestan ternura al desesperado.
Bienaventurados
Los que conservan
La angélica piedad.
Los que miran dónde duele
Y en cada enfermo ven
A un hermano amado.
Bienaventurados
Los que buscan
Hacia adentro,
Las etéreas palomas
Que se crían en el alma de los pobres.
Bienaventurados
Los que luego del estéril dramatismo
Suman a la paciencia, el respeto.
Bienaventurados aquéllos
que no olvidan su dimensión humana
Y sostienen en sus manos
Al corazón del otro.
...Que absuelven al enemigo
-paciente no escogido-
y lo asisten
arriando la bandera del enojo.
Bienaventurados, sí...
Los médicos de trasnoche y madrugada.
El de Navidades truncas.
El de la familia a cuentagotas.
El de las mañanas ojerosas...
Bienaventurados, sí:
El crucificado y el redimido.
El de la nacencia
Y el de la impudicia de la muerte.
El incomprendido.
El amado
El de delantal albo, paso diligente y silencios largos.
El de las lágrimas de risa y de llanto.
El del silencio cuando la ciencia dice basta.
El que come panes bendecidos
Y reparte la esperanza.
Bienaventurados
Los médicos del mundo.
Los amigos olvidados.
3 de diciembre de 1996