lunes, 3 de abril de 2006

Llueve.
Llueve con furia.
La lluvia manifiesta su viejo repertorio mientras parece inagotable el estruendo en el cielo.
...la elocuencia de la fuerza natural es superior a toda la nuestra.
Un refusilo y un rayo.El manto rasga su luto con un puñal ferozmente inmaculado.
En las ventanas cual débiles testigos, velas y candelas.
Llueve.
Llueve copiosamente.
El chasquido del agua se oye en el patio, en las paredes, en los tejados y en los techos de chapas.
Parecen tambores percutidos por millones de manos.
¿Qué milagro podrá traducir su mensaje sonoro, de lenguas transparentes, en el esplendor de su caída?.
Es un continuo magnetismo en el que una gota llama a otra ostentando su pluvial presencia.
Y caen ,y caen, infinitas, dispensando la limpieza fresca a una ciudad sumida en la oscuridad nocturna.
Lluvia, gota, chorro, agua, charco, arroyo, río, laguna, lago, mar, océano, vaso, riego, árbol, flor y fruto.
Conmueve su noble ciclo: Fiel a su destino, generosa, derrocha su ajuar de novia pura.
Perla.
Diamante que circula en nuestro porcentaje de tripas, huesos y agua.
Te pienso, mientras te caes desmelenada como una catarata.
Y al agotarse el cántaro de donde te volcabas, transitas solemne, en puntas de pie, chocando tenues cristales.
Se vuelve sencillo tu canto, que por algún resquicio se pierde en susurros hasta desaparecer. No estás más.
El silencio desciende e impregna en las calles, los ásperos sones de la tierra mojada .
Bendita seas, agua esperada.