¿A dónde cree que
va?
Juan siempre llega tarde a todas partes;
sobre todo a la escuela.
Le cuesta levantarse en condiciones y con el
tiempo suficiente para peinarse como corresponde, desayunar adecuadamente,
subir en el ómnibus conveniente.
Inicia el día con aprietos y lógicos reproches
por parte de sus padres. Invariablemente, les promete que va a cambiar, pero
hasta ahora, que ya está finalizando la secundaria, el cambio no se ha
producido.
Cada día, sabe de antemano que llegará una
vez que la llamada inicial para ingresar a su colegio haya sucedido. Tendrá que
flanquear la puerta principal soportando la mirada y sonrisa socarrona del
portero que ya conoce su fama de remolón. Juan no le tiene nada de
simpatía: pareciera que goza de las
vicisitudes sufridas en su ámbito escolar.
Dar por
sentado, al recorrer los pasillos que conducen al aula, que la asistencia ya ha
sido registrada y que el preceptor no tendrá piedad en anotar sus tardanzas, es
habitual.
Últimamente,
todo esto, que antes le resultaba una picaría, una avivada, se le está complicando: la chica más linda
del curso por la que está muerto de amor, lo mira sobradoramente y con algo de
desprecio. Y en el hogar las cosas estaban llegando al límite de tolerancia.
Sus viajes de casa a la escuela son
propicios para despertarle preocupación: busca alguna idea que lo ayude a
“zafar”, pero su mente sigue en blanco día tras día.
Hoy, es distinto. Un esbozo creativo lo
acomete aunque aún no sabe claramente qué hará para virar la situación. Sonríe
para sí, imaginando el momento: él burlando todos los inconvenientes, saliendo
airoso, logrando por fin que Antonella lo mire de otro modo…
Mientras corre por el pasillo recordando la
última amenaza de su madre (la dijo con un tono tan severo que no permitía duda
alguna de que sería cumplida: “no irás a Bariloche con tus compañeros si
nuevamente debo solicitar tu reincorporación”) se plasma la idea que podría --
aunque sea por única vez -- romper con su cotidiana actitud. Si lo logra, hoy
no recibirá una reprimenda por parte del profesor de turno. Pero necesita calma
para pensar. Desacelera el paso, atenúa su agitación, y resuelto, gira su
cuerpo de modo que pueda comenzar a caminar marchando hacia atrás.
El profesor de matemáticas estará sumido en
el entusiasmo de sus teoremas cuando el acceda a la puerta y trasponga el
umbral. EL Sr Torres seguramente estará escribiendo sin pausa sobre la pizarra
de modo que en su registro visual, ve a un muchacho que sale de la clase cuando
en realidad está ingresando.
-
¿
A dónde cree que va? ¡Siéntese!.
Triunfante, Juan “obedece”. Mientras se
dirige a su banco, aprecia la mirada distinta que le dedica Antonella, se
acomoda en su lugar, y satisfecho, se siente un ganador.
¿Podrá ser ésta la estrategia diaria para
eludir responsabilidades? ¿O llegará el momento que el recurso se agote y
tendrá que proponerse otra salida?
4 comentarios:
En el último momento siempre (o casi) nos sale al encuentro una nueva estrategia.
Beso, Diana
Ja, ja, esa estrategia me recuerda la del ladrón Caco cuando robó las vacas del rebaño de Hércules. Y aunque dio buen resultado de inicio, no le sirvió para salir bien parado. Encantador relato, querida laura. Besazos.
Diana... te espero ¿Sí?
Besos
Diana magnífico...
Mi querida amiga muchas felicidades y que el 2013 sea lo que tanto esperas y te de lo mejor.
Muchos besos y un fuerte abrazo
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