domingo, 23 de abril de 2006

A mis 33 (I)

A mis 33
Exultante.
El mundo era mío.
Pisaba fuerte sobre las baldosas de veredas angostas, en el pequeño pueblo.
Todavía cargaba con la tonta histeriquita, que se enorgullecía de las miradas sobre sí.
Era toda apariencia y producción.
Mi verdadero mundo se desmoronaba. Yo lo sabía...
Quería, sin embargo, aparentar.
... ¡Todo está bien, loco!. Todo está bien!
Salía al ruedo pueblerino, con el mentón adelantado. Era la proa de una embarcación en medio de la tormenta.
Salía a caminar, con la espalda recta y la cabeza en equilibrio físico sobre el atlas óseo. Imaginariamente, cargaba el Diccionario de la Real Academia para caminar elegante como en mis épocas de pasarelas.
La ropa, de última moda, pero siempre con un detalle propio. Que me distinguiera.
Olía tan bien! (Era la época cuando todavía la gente común no sabía mucho de perfumes importados y yo portaba mi Arpege de Lanvin).
Me encontraban parecidos varios. A distintas estrellas del cine de los 50 (los más viejos), de los sesenta (los adoradores del cine italiano) los del 70 (los seguidores de Sylvester Stallone), y posteriormente ya no me encontraron parecidos actuales, sino que empezaron a referirse en pasado. Primero en un pretérito indefinido y ahora, en un pretérito preciso.
Cuando mi mundo se desmoronó, también se desmoronó mi apariencia de ganadora.
Actualmente, me reconstruyo, dejando ver las heridas, sin permitir la lástima por ellas.
Por esas heridas, que hoy me convierten en una persona con algo de sabiduría y con más experiencia.