lunes, 6 de agosto de 2012

Estrategia

(Publicado en la cursada de NetAbras Reedición de Nueva Excursión a los TIC)

¿A dónde cree que va?
   Juan siempre llega tarde a todas partes; sobre todo a la escuela.
   Le cuesta levantarse en condiciones y con el tiempo suficiente para peinarse como corresponde, desayunar adecuadamente, subir en el ómnibus conveniente.
   Inicia el día con aprietos y lógicos reproches por parte de sus padres. Invariablemente, les promete que va a cambiar, pero hasta ahora, que ya está finalizando la secundaria, el cambio no se ha producido.
   Cada día, sabe de antemano que llegará una vez que la llamada inicial para ingresar a su colegio haya sucedido. Tendrá que flanquear la puerta principal soportando la mirada y sonrisa socarrona del portero que ya conoce su fama de remolón. Juan no le tiene nada de simpatía:  pareciera que goza de las vicisitudes sufridas en su ámbito escolar.
Dar por sentado, al recorrer los pasillos que conducen al aula, que la asistencia ya ha sido registrada y que el preceptor no tendrá piedad en anotar sus tardanzas, es habitual.
Últimamente, todo esto, que antes le resultaba una picaría, una avivada,  se le está complicando: la chica más linda del curso por la que está muerto de amor, lo mira sobradoramente y con algo de desprecio. Y en el hogar las cosas estaban llegando al límite de tolerancia.
   Sus viajes de casa a la escuela son propicios para despertarle preocupación: busca alguna idea que lo ayude a “zafar”, pero su mente sigue en blanco día tras día.
    Hoy, es distinto. Un esbozo creativo lo acomete aunque aún no sabe claramente qué hará para virar la situación. Sonríe para sí, imaginando el momento: él burlando todos los inconvenientes, saliendo airoso, logrando por fin que Antonella lo mire de otro modo…
   Mientras corre por el pasillo recordando la última amenaza de su madre (la dijo con un tono tan severo que no permitía duda alguna de que sería cumplida: “no irás a Bariloche con tus compañeros si nuevamente debo solicitar tu reincorporación”) se plasma la idea que podría -- aunque sea por única vez -- romper con su cotidiana actitud. Si lo logra, hoy no recibirá una reprimenda por parte del profesor de turno. Pero necesita calma para pensar. Desacelera el paso, atenúa su agitación, y resuelto, gira su cuerpo de modo que pueda comenzar a caminar marchando hacia atrás.
   El profesor de matemáticas estará sumido en el entusiasmo de sus teoremas cuando el acceda a la puerta y trasponga el umbral. EL Sr Torres seguramente estará escribiendo sin pausa sobre la pizarra de modo que en su registro visual, ve a un muchacho que sale de la clase cuando en realidad está ingresando.
-        ¿ A dónde cree que va? ¡Siéntese!.
   Triunfante, Juan “obedece”. Mientras se dirige a su banco, aprecia la mirada distinta que le dedica Antonella, se acomoda en su lugar, y satisfecho, se siente un ganador.
   ¿Podrá ser ésta la estrategia diaria para eludir responsabilidades? ¿O llegará el momento que el recurso se agote y tendrá que proponerse otra salida?

lunes, 9 de julio de 2012

CIIL: Convocatoria

CIIL: Convocatoria: El Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana Invita a participar en el Tercer Congreso Internacio...

RECUERDO EN SEPIA

Particularmente, esas fotos sepia, me tientan la mirada. Inmediatamente las imágenes trasgreden alguna barrera y pasan certeras hacia algún rincón donde las emociones estallan.Cobran vida. Elaboran una historia con vestigios de otra historia. Jirones que permanecen en clarosuros, cámara lenta, voces apagadas.
Una actividad frenética dispara chispas poniendo en marcha un motor. Todo parece hoy.
La niña está dispuesta luego del ritual, a dejarse llevar por su madre.Por fin entrarían al templo misterioso. Hasta entonces, sólo se contentaba con quedar del lado de afuera de la vidriera, que invariablemente se renovaba todos los sábados.La estrategia comercial de Casa Guimarey era proverbial, en tiempos del hábito argentino: sábado a la noche, cine.
La casa Guimarey o los Estudios Guimarey , se situaba justo en frente del Gran Cine Ocean y a pocos metros del Jockey Club. Era también un punto elemental camino a Misa de domingo. De modo que sus vidrieras eran constantemente observadas y comentadas no sólo por los cinéfilos que aprovechaban el tiempo de intervalo para salir a fumar un cigarrillo los hombres, o a mirar cómo había ido la vecina o con quién, las mujeres. La mayoría, cruzaba la calle para mirar las obras de Don Ricardo. Todo Villa Dolores había sido retratado por él y era de prestigio tener una foto propia realizada y firmada por el artista de la cámara.Todo acontecimiento se convertía en una pieza estática para curiosear y motivar el diálogo.
El día que mi madre decidió que el fotógrafo me hiciera un retrato,no lo recuerdo con exactitud, pero sí retengo en la memoria el concepto de que para la familia sería un acontecimiento: si los zapatitos de charol, blancos o negros -"guillerminas" , por supuesto. Las medias blancas, sin discusión.Si las enaguas de organza con volados y puntillas: tres o cuatro. Si la bombacha con volados. Si el vestido de plumetí con motas rosadas o azules, si solero o entero. Bucles, por supuesto, luego de un prolijo lavado y tratamiento abrillantador con jugo de limón en el agua del enjuague.Moños de raso azul.Agua de Colonia Lavanda.
Las tijeras de calor para enrular el cabello estaban listas y la paciencia amorosa de mi madre se tomaba todo su tiempo para armar los rizos en mi lacia y larga cabellera.
También yo debí de ser un "pozo de agua" para tolerar la quietud que imponía el momento del peinado.
La fragancia de lavanda me encantaba.Y sentirla desprenderse desde la piel me seducía.
Estaba impaciente por el momento de ponerme toda esa ropa vaporosa, de espumas, para mirarme al espejo, gracias al cuál ería el rostro complacido de mamá.
Ya el segundo moño de los hombros había sido anudado y compuesto.
Me miré en el espejo. ¿Cuánto tiempo? Recordé el dibujo de mi libro "Alicia en el país de las maravillas" cuando todavía ella no había traspasado el espejo... Unos golpes suaves en la puerta del cuarto me quitaron el momento encantador.
"¡Qué linda está mi reina!" - dijo mi padre reteniendo su habitual costumbre de alzarme en brazos. Y poniéndose a mi altura, abrió mi carterita de charol que llevaba en bandolera, me puso un billete crujiente para que al volver comprara de esos caramelos parecidos a caracoles de nácar.
Subimos al coche de alquiler:primero yo para que mami acomode los vuelos de la falda, y luego ella.
Mientras hacíamos el corto tramo hasta destino, mamá me llenó de recomendaciones que olvidé en cuanto ella tuvo que soltar mi mano para sacar el dinero y pagar al conductor que había estacionada orillando la vereda del Cine. Creí oportuno adelantarme y me dispuse, autónoma. cruzar la calle-. Un ruido a frenos y sentirme tirada de los brazos fueron al mismo tiempo. Mi madre hablaba asustada con Guimarey a quién le agradecía haberme salvado al menos de las consecuencias de un choque.
Madre temblaba y estaba pálida, mientras trataba de recomponerme. Yo poco entendía. Sólo sabía que me habían alistado para que lo que sucediera en el estudio fuera luego a la vidriera de Don Ricardo.
Subimos las escaleras y entramos a un recinto donde había cortinas en las paredes, una especie de paraguas plateados, una mesa donde al momento de enfocarme me entronizaron, y frente a ella un "pájaro de metal" con tres patas y un ala negra que caía como un penacho desvaído, hacia atrás de su misterioso rostro con un sólo ojo.
EL hombre le pidió a mi madre que me acomodara sobre la mesita redonda.sentándome en ella. que los volados así, que la manita allá, que la pierna sobre la otra, que la mirada donde iba a posicionarse mi madre, que otra mirando al pájaro, y los fogonazos dejándome absorta.
¡Linda nena, linda nena! Decía el hombre una vez metido dentro del penacho del pájaro de metal y sacaba sus manos torciendo el ojo del la pobre ave. Y después, la luz enceguecedora. Yo sentía miedo, curiosidad, excitación. Y mamá estaba allí. Y si estaba allí, tenía que estar tranquila.
Me bajaron de mi trono, y escuché que el Señor le decía a mamá, el sábado la expondré en la vidriera.
Salimos, esta vez sin lograr que me soltara de la mano por ningún motivo. "Me has dado un susto enorme". "Ahora ni para abrir tu carterita te voy a soltar" y más me atrapaba mi mano. Llegamos al kiosco, elegí los caramelos nacarados. y regresamos de a pie.
En casa, mi abuela Juana y tía Zulema habían ido a "festejarme". Cuando comenzaron a enterarse de mi soltada de manos, comencé a caminar hacia atrás, desde la galería hacia el patio, como temiendo la mirada crítica de mi abuela que me petrificada con esos bellos ojos color de cielo. Mamá y tía me gritaban cuidado, cuidado, cuidado al tiempo que me caía en un fuentón lleno de agua de lluvia. mojando los volados de la bombachita, las tres enaguas de organzas con sus profusos volados, el vestido de plumetí, y los elaborados bucles tan alabados.
Corrieron a recogerme, yo muerta de vergüenza, temiendo alguna penitencia.
AL pasarme frente del espejo, me pregunté si ya, como Alicia, estaba al otro lado de la vida normal...

martes, 26 de junio de 2012

Dos caballeros

   Dos caballeros sentados a cada lado de la cama. La mujer agoniza. Sabe que en ellos hay una reverencia especial. El de la izquierda le toma la mano transmitiéndole su calor. La aprieta fuerte, como aprieta sus labios y sus párpados.Su amor despertado en una pieza de hotel, su vestido de cristal anaranjado quitado con deseperación, el miedo en sus ojos, el no saber qué y cómo; la inocencia en esas pupilas grises apenas descubiertas entre negras pestañas, y en los labios inexpertos , suya suya suya suya suya. No le alcanzaron las manos, ni el acople perfecto, ni la respiración acompasada, ni el pequeño gesto de dolor, ni el sentirse dueño de su territorio que olía a jazmín y almizcle, ni su espuma derramada, ni el tiempo, ni el ruego posterior, ni las ausencias, ni el continuo silencio, ni el rechazo inexplicable.
   El de la derecha le aferra tembloroso su otra mano, pálida, exangüe. Le recorre con suavidad la línea del brazo, se inclina hacia ella, le acerca su aliento,insuficiente. "Faltan horas, minutos", dijo el médico...La recuerda vestida de blanco,como lo quieren los ritos y las madres y las abuelas.Y en la noche cuando fue suya suya suya suya suya suya. Aprendió a quererla en su mutismo y en sus nanas inaudibles cuando hamacó a sus hijos.La quiso en esa imprecisa ausencia, en ese halo de sutilezas, de frágiles suspiros, La reverenció en ese callado pasar de los años, trajinando la casa con la levedad de un ángel.Le gustaba mirarla mientras despeinaba las torzadas de su cabellos, multiplicada su belleza frente al espejo . Ella tenía una sensualidad delineada en la sonrisa ,calentada en la lengua, escanciada en los ojos grises, en esos párpados oscuros marcados por  viejas tristezas, en el pendular movimiento de los pechos, en la armónica cadera , en el ombligo profundo y pequeño, en sus largas piernas, en los pies de caminar sublime. Sabía acariciarlo y ofrecérsele con una entrega absoluta. Se amaban en largas noches, y en horas de luminosidad plena, con la misma intensidad.Fue envejeciendo a su lado. Una vejez recoleta y resignada en las horas de jardín.El ocaso le sentaba tan bien como los amaneceres y los mediodías.
Ambos hombres, pendientes de los ritmos del desenlace, abarcados por los recuerdos intensos, endulzados por el amor que le profesaban, tensaron al unísono la atención sobre la respiración que fue haciéndose menos audible, preanunciando el final. Ambos se estremecieron al percibir una suave presión en sus manos y la inmediata laxitud de la partida.
Se miraron con una mirada que hablaba y silenciaba. Avanzaron sus dedos hacia los ojos. Uno le cerró el izquierdo, el otro deslizó los párpados del derecho y quedaron agobiados por la pena: la misma pena.
Enfermeros médicos, un sacerdote,rompieron la intimidad del momento y más tarde los oficiantes de la muerte.
El día del entierro, encabezaron el desfile tomando con autoridad, los primeros puestos en el tiraje del féretro oloroso de caoba y plomo.Uno el derecho ; otro el izquierdo.
Una vez sepultada,el de la izquierda dejó un ramo de rosas rojas, junto a sus lágrimas. El de la derecha, una corona de rosas blancas y el estremecedor mutismo del llanto contenido.
Salieron los últimos. Uno tomó rumbo al portal Sur, otro el del portal Norte.
Los demás deudos no se sorprendieron cuando al mismo tiempo, dos estampidos de revólveres se mezclaron en los aires venidos desde los dos extremos cardinales.


sábado, 23 de junio de 2012

Mujeres de Roma: SÚPLICA A LA LUNA

Mujeres de Roma: SÚPLICA A LA LUNA: ¿Dónde estás, diosa Selene? Te he buscado en los bosques y en lugares salvajes, donde sueles morar y no te he hallado. Miro al firmame...

martes, 19 de junio de 2012

Angustias



Aprieto párpados de rosas mustias. 

Llueven desde dentro piedras diminutas.

Las uñas muerden un trozo de alma
He venido a descansar la piel 

La pulpa de unos pasos
Ya no resuena en mi ocaso

Sombras de otro margen
Raíces de aliento
Grandioso en soledades

Huesos y músculos adormecidos al alba

En alguna estrella desvaída
He dejado mi cuerpo
A merced de la marea,

 memoria incompleta

Barca de un solo puerto
E infinitos naufragios
Oculta en mi pecho
Una cadena de sollozos
Que estrangula mi última luna

Presente

Mira estos pétalos mustios.
Los fuiste arrancando uno a uno con pocas ternezas
Quedé desnuda
la piel encabritada de promesas
En mis pies, el rayo de luna serpenteaba
y las sombras quedaron mudas.
Una triste canción no pronunciada
desangra en los poros mi cintura.
Sin embargo
hubieron momentos ascendidos
y locos enredos de suspiros
Ahogos
de la propia vida provocando
senderos con tus manos.
Asumo los recuerdos y alejo
este presente
de nieve
brumas
y abandono.

Diana Laura Caffaratti

domingo, 13 de mayo de 2012

ARENA

ARENA
Arena que registras mis pasos brevemente
Pegada a mis plantas húmedas te imanto
Áspera en mi gesto te desecho
Y vuelvo a caminar por la playa
En esa hora que todo es plata y reverbero.
¿Habrás sido alguna vez medidora del tiempo
holocausto del minuto implacable
vestida de sílice
sentencia aterradora?
Hablo de ti:
miniatura de roca,
polvo mineral
limo fértil
duna estéril.
Presencia inmanente del desierto
Infinita dromedaria
tálamo de caracolas nacaradas,
Bestia cambiante en el médano que muda.
Sobre ti, Efebos y Valkirias.
Ritual de estío,
de proas que te apuntan.
Arena:
la que va y viene con la mar
Y con el viento.
Y nos cuenta de tiempos insondables.
Arena, la inestable.
Arena, remolino.
Arena de palacios y arquitectura efímera.
Te palpo, en esta orilla de este mar azul y verde
y me plazco
Esparciéndote sobre mi cuerpo
Hundiéndome en ti
Sintiendo el amargo mineral
Durmiéndome en ti
Soñando la muchacha que fui
Reina de todas las miradas
La que quedó sepultada
lejos
En otras playas.

Diana Laura Caffaratti
25 de febrero de 2012
ESQUINA, Provincia de Corrientes, Argentina