miércoles, 26 de septiembre de 2007

Era una dama aquella, con dosel y todo.
El pelo era una mata impenetrable. Tenía brazos simiescos y un par de piernas pesadas y de tamaño monumental.
Uno la veía venir o la observaba irse, y siempre evocaba a esas camas de las damas de los tiempos del feudo :oscuras, enormes pero, protegidas por todos lados.
En aquellos tiempos, esas camas servían para violar candados de castos, con la copia de la llave que el "Señor" guardó celosamente...

paradoja: esta dama que refiero, nunca tuvo un voluntario violador ni un santo marido que le urgiera la pasión.